-¿Qué puedo hacer por ti?- me preguntaste aquella tarde mientras compartíamos un café.
- ¡Háblarme!
Recuerdo la cara que pusiste al oír mi respuesta, te sorprendió, y no hizo falta que me preguntaras nada más, yo seguí hablándote....
-Mientras me hablas me das tu compañía, te preocupas por mí, me haces sentir bien. Tus palabras son gratificantes, y tu conversación hace que me evada de mi realidad.
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