De repente un día se te acaban
las fuerzas, todas las cosas que has hecho durante mucho tiempo que te
llenaban, ahora carecen de interés. En tu trabajo no das pie con bola, se te
olvidan las cosas, cometes errores muy banales, no tienes ganas de arreglarte,
ni de salir, ni de trabajar ni de comer, ni casi de hablar.
Bajas el ritmo de tu vida y todo
te cuesta mucho hacerlo, hasta conducir un recorrido que haces a diario se
convierte en una pesadilla máxime cuando tienes la sensación mientras conduces
de que te ahogas. Tienes que ir por el carril de la derecha a 50Km/h, porque
temes no poder llegar a tu destino, y necesitas tener una salida de autopista
cerca por si no puedes continuar.
No eres capaz de mantener una
conversación donde tienes algo que debatir porque tus ojos se llenan de lágrimas.
Tu rostro es el espejo de lo que estás pasando y aunque quieras disimularlo
todos te dicen que tienes mala cara.
Intentas que la vida siga, pero
llega un momento en que no puedes aguantar más y acudes a un especialista, y
tienes que escuchar las fatídicas palabras que sabes que te va a decir pero que
no quisiera que te dijera.
Ahora hay que remontar, al no haber
sido capaz de hacerlo por sí misma, tienes que acudir a los fármacos.
El doctor te aconseja que debes
hacer cosas sin forzarte, actividades que puedas hacer bien y te recomienda por el tipo de
trabajo que tienes que cojas una baja, a lo cual te niegas rotundamente, ya que
tienes que aguantar como sea, porque temes meterte en una cama y no salir.
En algunos días, esperas que todo se ponga en su lugar
y puedas ver la vida con otra perspectiva
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