Recuerdo cuando era pequeña, y
dependía de ti. Eras una persona que se preocupaba mucho de mí, al igual que de los
demás componentes de la familia.
Tu trabajo fue siempre buscar
nuestro bienestar, eras dura y paralelamente muy blanda, firme y débil a la
vez.
Si me ponía enferma, recuerdo que
pasabas la noche a los pies de mi cama, dispuesta a cuidarme y ayudarme a pasar
los malos momentos.
Te desvivías por hacernos siempre
comidas diferentes, que sabias que nos gustaban.
Tu vida era tu marido, mi padre,
y tus hijos. No recuerdo una mala cara, ni mucho menos una discusión con la persona
con la que empezaste un proyecto de vida.
Nunca habrá días en mi vida para
agradecerte todo lo que hiciste por mí, y por el resto de la familia, en particular
por papa. Tuvo una muy larga enfermedad, años y años en una cama, y jamás te quejaste,
nunca nos pediste ayuda, porque ya éramos mayores, teníamos nuestra vida, y no quisiste
que la cambiáramos.
Fuiste una campeona, y todavía a tus 93 años
lo sigues siendo.
Los años han ido pasando y esa mujer
fuerte, se va desgastando, día a día veo como te vas deteriorando y eso me hace
sufrir mucho. No puedo explicar lo que siento, es algo que no quiero
compartir con nadie, salvo con mi pareja, que lo vive a mi lado.
Te tendré a mi lado, te cuidaré,
te mimaré y te protegeré de la misma manera que un día tú lo hiciste conmigo.
Gracias, gracias y mil veces
gracias.
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