Hoy mi corazón late con una alegría distinta, profunda, luminosa. He recibido uno de los regalos más hermosos que la vida puede ofrecer: me he convertido en abuela. Una maravillosa niña ha llegado al mundo, y con su llegada, ha llenado de ternura cada rincón de mi alma.
Ser abuela no es solo ver crecer una nueva generación, sino revivir la magia de la infancia desde otro lugar: con la calma, la paciencia y la sabiduría que dan los años. Es volver a cantar nanas, contar historias y mirar el futuro con los ojos llenos de amor.
Mi nieta es un rayo de luz que ilumina mis días, una promesa de vida que renueva mi espíritu. Hoy me siento plena, agradecida y profundamente feliz. Porque en cada sonrisa suya descubro que el amor, cuando se multiplica, no envejece: florece.
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