Que sola me has dejado, siempre a tu lado, hablando, cuidándote, viendo la
tele…
Me siento desamparada, me he convertido en una mujer con mucha amargura en
su corazón. Mis facciones han cambiado, atrás quedó aquella cara que siempre
tenía una sonrisa, me cuesta, es como si me hubiera olvidado de reír.
Tengo a mi hija y su padre que me adoran, se preocupan por mi y me cuidan
mucho, pero el amor que siempre me has dado ha sido diferente al de ellos.
Viene a mi memoria los últimos años de tu vida cuando decías que yo era tu
madre, que los papeles habían cambiado y que ahora era yo la que te trataba
como una niña. ¡Cuánto me gustaba que me llamaras mama!
Mis cuidados hacia ti, no tienen comparación con lo que tus has hecho
durante toda tu vida.
Te admiro y siempre lo haré, me enseñaste muchas cosas; a no discutir por
cosas sin importancia, el valor de la solidaridad ( hasta días antes de partir,
seguías haciendo una hucha que me dabas de vez en cuando, para mis “viejecitos”
de la organización donde colaboro), aprendí el amor por la lectura, afición que
también tenía papa…Tantas y tantas cosas, que no tendré días en mi vida para
agradecerte todo lo que has hecho por mi , papa y mis hermanos.
Recuerdo que, por la noche, cuando te llamaban mis hermanos, al colgar
siempre decías:
-
Como me
gustaría que el día que yo falte, sigas teniendo relación con ellos.
Mama, ahora soy yo la matriarca, cada noche sigo con la costumbre y los
llamo.
¡Seguiré con tu legado!
Noto tu presencia, cada minuto, hora y día. Por favor sigue cuidándome porque
lo necesito mucho.
¡Te quiero ¡
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